Siento que estoy perdiendo el control.
Que el caos que me rodeaba y alimentaba el alma ahora se esta expandiendo por dentro y fuera de cada uno de mis mundos, como una orgía de colores, profanando cada rincón secreto y sagrado, sin importar si allí se esconde tristeza o alegría, si hay dolor o felicidad.
Las viejas cicatrices se abren y de ellas se derraman cuantos sueños quedaron por cumplir. Recuerdo el olor de las azaleas en flor y recojo la miel con la que unto mis heridas para poder huir.
Me absorbo en mi propia sangre, y me reconstituyo en cada pensamiento e idea que quiere escapar de la realidad, sin saber dónde esta la brecha del muro que nos quiere encerrar en este mundo tan vacuo.
El equilibrio de todo lo conocido se quiebra en el mismo caos que desequilibra todo lo que mi mente olvida. Las palabras, los recuerdos, todo se mezcla en un remolino que se precipita al vacío, un vacío tan lleno de imágenes que no importa si la oscuridad no alcanza a desenterrar la nada. Es allí donde el caos se nutre de luces, de estrellas. Donde todo tiene sentido sin tenerlo. Donde todo y nada tiene un mismo significado.
En ese punto donde empieza y acaba el infinito.
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